miércoles, 7 de enero de 2009

Por qué detesto los partidos de fútbol.

Es soprendente lo que tiene qué ver uno en una pequeña salida...
Hace algunas horas, salí a comprar un poco de café (entre otras cosas) a un establecimiento cercano. Conforme avanzaba, me di cuenta de que había una multitud de gente cerca del estadio. No tardé mucho tiempo en llegar a la conclusión de que era día de juego.
Todo siguió igual: Seguí caminando y las masas de gente continuaron su rumbo.
Después de ir por los víveres, me detuve a pagar en la caja, se me ocurrió mirar por uno de los cristales... Y ahí estaba, señores. Otra muestra de la idiotez que vivimos en estos días.
Unos fanáticos del equipo X (no diré nombres simplemente porque me da pereza) empezaron a perseguir a los del equipo contrario. Para la mala suerte de un joven que no pudo salir de la multitud a tiempo, comenzaron a golpearlo entre 5 ó 6 personas. La buena noticia es que la policía intervino rápidamente... Tan rápidamente, que ni siquiera me di cuenta de cuándo llegaron hasta que los vi en acción. Por supuesto, los bravucones se dispersaron rápidamente al ver la presencia de las autoridades.
A los pocos minutos, el lugar comenzó a llenarse de patrullas y motocicletas. El tráfico se paralizó. Y, a pesar de que el partido tenía cerca de una hora de haber finalizado, había gran cantidad de gente en los alrededores.
¿A qué voy con esto? Que en los estadios ya no hay una diversión verdaderamente sana. No tengo nada en contra del fútbol o cualquier otro deporte; lo que critico es la manera de actuar de los aficionados. Mientras que algunos acuden tranquilamente a presenciar el encuentro, otros aprovechan en descargar su ira reprimida y alcoholizarse (entre otras actividades, por supuesto).
¿Y qué si el equipo no ganó? Nadie debería ocasionar estragos por eso. Por supuesto que uno se indigna hasta cierto grado, pero eso no significa que deba ir tras los contrarios y patearlos. Después de todo, los aficionados no ganaron o perdieron el partido. Fue el equipo. Comprendería que persiguieran a un tipo si hubiera matado a alguno de los jugadores (cosa que, espero, no suceda) o algo similar... ¿Pero sólo para desquitarse porque su equipo ganó? Eso no tiene el menor sentido.
En ocasiones, creo que el fanatismo deportivo está superando al fanatismo religioso. Eso es lo más preocupante de todo.
Por otro lado, quiero agregar una pequeña moraleja que saqué de esta experiencia: Caminar cerca de un estadio en un día de partido es una de las cosas más estúpidas que se puede hacer. Incluso si es para ir a un supermercado.

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